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Cine: El conjuro 2

Con una atmósfera inquietante, personajes bien trazados e interpretados, y un horror que se manifiesta de manera física; el director James Wan consigue uno de los mejores films de terror cosecha 2016.

De antemano, todo segundo capítulo de una saga que haya experimentado su primera entrega con éxito de público y crítica, enfrenta el desafío de no decepcionar a los fanáticos de la franquicia. En este sentido, se puede decir que si bien El conjuro 2 no está a la altura de su genial predecesora, tampoco defrauda a su público y se muestra como uno de los exponentes más dignos del cine de terror cosecha 2016.

El director malayo James Wan, responsable de El juego del demonio y del debut en 2013 de El conjuro, sabe cómo generar y sostener una atmósfera inquietante, valiéndose de los recursos más genuinos del horror. Con su nuevo film, cuyo estreno conquistó automáticamente el primer lugar en la taquilla argentina, con más de 75.000 entradas vendidas en su primer día de exhibición; Wan demuestra que la mejor fórmula para cautivar al espectador, reside en combinar con sabiduría el pulso vertiginoso del cine comercial de hoy, con la potencia visceral del cine de terror de ayer, más precisamente el de los años 70.

El conjuro 2 se despega del grueso de la producción del género en dos sentidos: no se sostiene por sus muestras de sadismo visual, y no se regodea en múltiples vueltas de tuerca con su correspondiente explicación. La premisa es sencilla, pero su desarrollo es compacto y contundente: la pareja de expertos en fenómenos paranormales conformada por Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga), enfrenta un nuevo desafío tras salir airosos en el siniestro caso de Amityville. Claro que la opinión pública se divide entre quienes respetan su trabajo y aquellos que los consideran unos embusteros. En 1977, la desafiante y amorosa pareja recibe el encargo de viajar a Londres para desentrañar el misterio de una serie de sucesos acontecidos en una derruida casa de un suburbio.

La primera mitad del film nos muestra el constante acecho de una presencia maligna sobre una familia configurada por una madre y sus cuatro hijos. Los momentos en los que aparece la dupla protagónica son aquí esporádicos, pero así y todo la cosa se sostiene a puro motor de una atmósfera perturbadora reforzada por las insuperables texturas de la niebla y la noche londinenses. El hecho de que ese enemigo fantasmagórico dirija todo su poder hacia una niña de 11 años redobla la tensión, y despliega un gran número de sobresaltos en la platea. Algunos más previsibles que otros, estos picos de crispación jamás caen en el golpe bajo ni en el abuso de sangre y vísceras sobre la pantalla.

La llegada de la pareja de expertos a la casa poseída desata un abanico de situaciones, que van entre el plano confidencial con la familia asediada y una serie de escenas magistralmente intensas. No hay nada demasiado nuevo en El conjuro 2, pero el film baraja con solvencia tres cartas de nobleza del cine de terror. Los personajes están bien trazados y correctamente interpretados (la química entre Wilson y Farmiga es impecable), la atmósfera visual es tan inquietante como la de icónicos títulos de los 70 como El exorcista (film con el que guarda más de una similitud); y por sobre todas las cosas, es uno de las pocas películas recientes que comprende que el horror más tocante es ese que se manifiesta de manera física. Camas que se sacuden, muebles que se mueven solos, cruces que giran; configuran un arsenal mucho más eficaz que el de una sobrecarga de efectos especiales sofisticados. De hecho, cada vez que El conjuro 2 incursiona en efectos de animación para alguna mutación demoníaca, pierde garra y potencia.

El plus de que tanto esta película como su predecesora estén basadas en hechos y personajes reales, sería meramente un atractivo comercial si James Wan no alcanzara un pacto de verosimilitud con el público. Lo notable es que el malayo no sólo logra construir una experiencia aterradora creíble y palpable, sino que también es capaz de generar momentos de una ternura incomensurable, como el de Ed tocando guitarra y cantando el clásico de Elvis Presley Cant help falling in love frente a la devastada familia. Aquí también El conjuro 2 coincide con esa libertad para ir de un clima a otro, tan característica del cine de terror de antaño. Al barrer con el cinismo y la solemnidad de buena parte de la producción industrial de hoy, Wan edifica una filmografía cada vez más sólida, un puñado de títulos que se atreven a fundir el horror con el abrazo. (Por Laureano Manson)



Sábado, 11 de junio de 2016
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