Alicia a través del espejo: carrera contra el tiempo James Bobin logra superar la anterior entrega dirigida por Tim Burton. Con un arsenal de efectos y un guión explicativo y aleccionador, la película se las ingenia para encontrar algunos momentos de genuina emoción.
Antes de hablar específicamente sobre Alicia a través del espejo, es bueno aclarar que toda película basada en el maravilloso mundo creado por Lewis Carroll enfrenta una vara difícil de superar. Aún hoy, el largo de dibujos animados lanzado por Disney a comienzos de los 50, se erige como la aproximación más fascinante al universo surreal y algo libertario del escritor, matemático y fotógrafo británico.
Después de la decepcionante entrega dirigida por Tim Burton en 2010, automatizada y carente de espíritu; James Bobin (director de las estimulantes Los Muppets y Muppets 2: los más buscados), supera el intento burtoniano, aunque queda un par de saltos atrás del imaginario Carroll. Lejos del frondoso vuelo propuesto por el autor de los libros publicados en la segunda mitad del siglo XIX, Bobin apuesta por una fábula explicativa y aleccionadora; que paulatinamente va construyendo una entidad propia, y termina por seducir al espectador.
Con producción de Burton y el mismo elenco protagónico del capítulo anterior, sumando a Sacha Baron Cohen interpretando al histriónico e irresistible Tiempo; Alicia a través del espejo sumerge rápidamente al público en un viaje vertiginoso. Convertida en capitana de barcos, la heroína de esta historia enfrenta la posible pérdida del buque que perteneció a su padre. En medio de ese conflicto, su ingreso en el mundo mágico posibilitará su reencuentro con el Sombrerero (Johnny Depp), esta vez sumido en una tristeza al borde de la muerte. Alicia (Mia Wasikowska) emprenderá un viaje para lidiar con Tiempo, y así torcer el rumbo del destino y recuperar con vida a los familiares de su entrañable amigo.
Tanto la protagonista como la película, corren sin parar de una dimensión a otra. Los escasos momentos de detención esbozan atisbos de confidencia entre los personajes, pero en general representan breves anclajes para aclarar o subrayar el curso de los acontecimientos. El arsenal de efectos especiales es sin dudas deslumbrante, pero por momentos sofoca la emoción de algunas escenas que no necesitarían de tanta descarga pirotécnica. De hecho, cada vez que el film confía en el poder de un abrazo o una mirada, respira más inspiración y encuentra verdadera sustancia.
Da la impresión de que hoy los directores descartan de lleno los tiempos y la textura artesanal de hitos del cine de fantasía como Laberinto o La historia sin fin. Tal vez por temor a perder el interés del público, se lanzan en una vorágine que privilegia la acumulación por encima de un relato con altibajos anímicos. La premisa consiste en ir siempre arriba, no dar lugar a respiro ni tregua.
Así y todo, Alicia a través del espejo baraja con eficacia sus cartas de asombro. Los exquisitos detalles en la dirección de arte y el sofisticado diseño de sonido, mantienen al espectador siempre en trance. La paleta de colores y texturas es digna de una larga sesión de hipnosis. Por otro lado, y aún en medio de su alta velocidad, cada criatura tiene su momento de lucimiento. La química entre Alicia y el Sombrero conserva el necesario halo de ternura y calidez. Mientras que la desopilante escena del té regala un puñado de gags, interpretados con gracia y sentido del ritmo por Depp y Baron Cohen.
En la última media hora, el film levanta vuelo y aún repitiendo latiguillos como el de "no podemos cambiar el pasado, pero sí aprender de él"; encuentra su fibra de sensibilidad alrededor de temas tan tocantes como los lazos familiares, los sueños, el deseo, la muerte; y por sobre todas las cosas, la confianza en ese pequeño gran milagro que llamamos vida. (MDZol)Lunes, 6 de junio de 2016
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