Chernóbil, a 30 años de una explosión que cambió todo Pasaron tres décadas desde el 26 de abril de 1986, cuando el reactor 4 de la central nuclear ucraniana, situada en territorio soviético de entonces, estalló y ocasionó un desastre que aún no se puede mensurar. Miles de muertes en forma indirecta por radiación y centenares de miles de kilómetros de tierra inhabitables.
El 26 de abril de 1986 el mundo cambió para siempre. Hoy, 30 años después del desastre medioambiental más grave de la historia, el recuerdo de la explosión en la central nuclear de Chernóbil sigue más latente que nunca.
Esa fatídica madrugada, un experimento terminó de la peor manera. La prueba consistía en interrumpir la energía eléctrica, supuestamente con la intención de reforzar la seguridad del lugar.
Pero algo falló y el reactor 4 de la planta de energía atómica sufrió un sobrecalentamiento en su núcleo, provocando un estallido del hidrógeno que se encontraba en su interior, liberando de esta manera material radiactivo que se supone hizo un daño equivalente al de la toxicidad arrojada por 500 bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Si bien la tragedia fue considerada como un accidente, la política de hermetismo impuesta por el régimen soviético en ese entonces llevó a todo tipo de hipótesis por parte de la opinión pública, asegurando que se trató de una conjunción de fallas humanas y de diseño de la planta.
Las presunciones para tal conclusión toman aún más fuerza si se tiene en cuenta el contexto socioeconómico de aquella época de Guerra Fría, ya que un año antes se había implementado la Perestroika, la fallida reestructuración financiera impulsada por el ex secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov.
Esa imperiosa necesidad de producir plutonio de grado militar desembocó en la peor catástrofe nuclear nunca antes vista y terminó gestando el principio del fin de la URSS. Víctimas y afectados Lo cierto es que el hecho dejó 31 fallecidos directos y una zona altamente contaminada por una nube radiactiva que perjudicó a gran parte de Europa.
De acuerdo con la ONG irlandesa Chernóbil Children International (CCI), unas 9 millones de personas estuvieron expuestas a la radiación y, según un reciente informe de Greenpeace, más de 5 millones habitan en sectores oficialmente considerados contaminados en Ucrania, Rusia y Bielorrusia (10.000 kmÐ de tierra inservible).
Otro estudio de la organización ambientalista que data del año 2006 destaca que “ya se habrían producido 200.000 víctimas mortales por culpa de Chernóbil en las tres repúblicas ex soviéticas”.
En tanto, el Centro Independiente de Evaluación Medio Ambiental de la Academia Rusa de la Ciencia puntualiza que en todo el mundo se producirán otros 270.000 cánceres, de los cuales 93.000 serán fatales. Más allá de los innumerables estudios realizados, la cantidad de muertos y los gravísimos efectos causados en la salud (cáncer, en su mayoría, y malformaciones) aún son parte del debate.
Diferentes biólogos y especialistas en la materia aseguran que se precisan más de 2.000 años para descontaminar los sectores más afectados y que incluso, si se logra esa tarea, serán necesarias varias generaciones para que los niños nazcan sanos.
Chernóbil hoy
El 15 de diciembre de 2000 se apagó el último reactor que estaba en funcionamiento de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin. Pero tras el accidente, el objetivo, además de evacuar a los ciudadanos para preservar sus vidas, era contener la contaminación radiactiva.
Por ese motivo, veinte días después del siniestro comenzó la construcción de una imponente estructura de hormigón y acero alrededor del reactor 4. El tiempo de vida que los científicos soviéticos le dieron al llamado “sarcófago” fue de 30 años y, tras producirse un inevitable deterioro de la obra y luego de haberse derrumbado parte del techo en 2003, se puso en marcha la edificación de un nuevo armazón.
El flamante domo, valuado en 2.300 millones de dólares y pensado para que funcione por un siglo, está diseñado para resistir un terremoto de magnitud 6, un tornado categoría 3 y temperaturas extremas desde 43 grados bajo cero hasta 45ºC.
A pesar del desastre atómico y de lo que implica convivir con los restos de radiactividad, la ciudad de Chernóbil sigue en pie y cuenta con poco más de 700 habitantes. Los residentes, en su mayoría son científicos, físicos, doctores y liquidadores (personas encargadas de remover los escombros y limpiar la zona del accidente).
En la actualidad, la ciudad situada a sólo 18 kilómetros de la planta, está preparada para albergar a unos 2.000 visitantes, quienes están obligados a hospedarse allí para prevenir los efectos de la contaminación.Martes, 26 de abril de 2016
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