Tocando Fondo (Por David Dos Santos) La última semana de la campaña electoral de las Paso nacionales estalló en un tiroteo verbal, mediático, en donde no sabemos si las palabras son de fogueo o de plomo.
Que ponen en evidencia con mucha claridad, que al menos en lo visual, hay dos versiones muy distintas de la realidad política argentina: una, la de los que manejan o pretenden manejar el poder para conducir los destinos del país y otra la de los cuarenta millones de argentinos que esperan incontables décadas que podamos llegar a ser una nación desarrollada y digna de vivirse.
Esta última, la de los ciudadanos comunes inspirada en bases filosóficas nobles, que cimentan su forma y concepción de la vida, que desde distintas vertientes, con diferencias entre sí, pero también con coincidencias, aún por distintos caminos miran hacia un futuro mejor, en donde cada generación que ocupe su espacio de tiempo correspondiente, encuentre siempre más amplitud para su realización, tras la búsqueda de su desarrollo humano, el crecimiento económico, social y político permanente tras la dignificación del hombre, la mujer y la familia.
Pero en contraposición a esto, quienes tiene a su cargo las máximas responsabilidades cívicas y políticas nos muestran groseros espectáculos conventilleros, (con el perdón de los conventillos), exhibiendo la ausencia de todo principio ético, tras la idea de la protección a toda costa, para justificar la permanencia en posiciones de privilegios, o en la defensa de su imagen pública, (pobres imágenes), que tienen como referencia los modernos preceptos del marketing político, que enarbola la concepción de la venta de ilusiones, para configurar una construcción mental del voto ciudadano, únicamente tras un resultado electoral, pero totalmente despegado de la integridad y responsabilidad republicana.
Y en este tren es que la tolerancia a la rancidez y descomposición moral ya no tiene límites, desde el amparo a cualquier precio, tales como expulsar fiscales, jueces, desaparecer documentación comprometedora, desacreditar instituciones de un poder republicano que como tal, debe ser independiente y respetado, se puede llegar hasta a levantar un muro de contención en defensa de funcionarios que debieran responder a acusaciones tan graves como la de connivencia con el narcotráfico, aunque estas provengan del fuego cruzado entre dos integrantes del mismo equipo.
¿Cuál es nivel de desconexión de quienes tienen manejo del poder con la realidad ciudadana? ¿Puede ser tan grande esta distancia? ¿Lee el poder la gravedad del daño de la droga y sus cuatro fantasmas: el consumo, el tráfico, la producción y la laxitud legislativa argentina, sobre todos nosotros?
Muy poquitos días atrás perdimos a Maxi, víctima de un crimen supuestamente provocado por Josele, víctima de las drogas. O mejor, quien es más víctima de los dos, ¿y los padres, familiares y amigos de ambos? ¿y todos nosotros los argentinos?, ¿no somos también víctimas?
Hemos tocado fondo, es hora que, sea quien sea el responsable en delante de nuestro futuro, necesariamente aterrice en nuestro planeta, viva nuestra realidad, se inspire en la fuente de la virtud, de los principios y de la ética, predique con el ejemplo, marque claramente los límites entre lo que debe y o no debe ser, aliente a la justicia, premie a los que se lo merecen, apele a todos aquellos atributos que no parecen estar presentes en los ámbitos de mayores responsabilidades públicas argentinas, pero que sin duda viven y esperan en el corazón de todos los argentinos. Que así sea.Jueves, 6 de agosto de 2015
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