Más dictado en el aula Una preocupación que crece en varios países.Es un antiguo ejercicio, que en muchas escuelas perdió peso por los cambios pedagógicos. Ahora, algunos expertos proponen que sea obligatorio.
La letra con sangre entra, decía un viejo adagio. El dictado no involucra violencia física, pero sí suele acarrear una masacre; tras la corrección, las hojas de los alumnos vuelven rojas, llenas de marcas que señalan cada una un pequeño crimen: la violación ortográfica. El dictado es un emblema de la escuela tradicional, esa donde la letra ingresaba por vía sanguínea. Y aunque hoy predomina una pedagogía muy diferente, el dictado aún goza de buena salud en las aulas, e incluso empieza a ganar presencia frente a los problemas ortográficos de los alumnos.
Recientemente el dictado estuvo en el centro del debate público en Francia: allí el gobierno socialista aprobó una reforma que obliga a los maestros a tomar dictados todos los días en primaria. La principal razón fue el aumento de las faltas de ortografía entre los jóvenes. España tiene una norma similar.
En Argentina el dictado no está previsto en los diseños curriculares de Prácticas del Lenguaje, orientados al uso de la lengua en contextos significativos. Sin embargo, muchos maestros lo siguen aplicando en el aula. Otros plantean reparos y prefieren tareas que involucren la producción activa de los alumnos. Según los resultados del examen TERCE de Unesco, en comparación con América Latina los alumnos argentinos se destacan en la escritura de textos (quedaron terceros), pero no tanto en ortografía (6° puesto) .
“El dictado debe enseñarse siempre y es difícil de aprender porque consiste en una traducción de enunciados de la lengua oral que no tiene ortografía, a la escrita que sí la tiene”, plantea Marta Zamero, investigadora y docente de Didáctica de la Lengua en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Un buen uso del dictado, sostiene Zamero, debería concebirlo como un desafío de aprendizaje y no como un “instrumento de tortura”: “El dictado, junto con la copia, otra estrategia despreciada hoy, se ha usado a lo largo de la historia para mostrar poder, torturar a los alumnos, asustarlos con la evaluación y producir ‘inútil derramamiento de ceros’, como dice Mafalda”.
Algunos expertos relativizan el valor del dictado como instrumento para mejorar la gramática. Lo ven, a lo sumo, como un instrumento de evaluación, pero no de enseñanza. “La pedagogía actual propone que la enseñanza de la ortografía esté integrada a la práctica de escritura, se prioriza la producción por encima de la repetición”, afirma Andrea Brito, coordinadora del posgrado en Lectura, Escritura y Educación de Flacso. “El dictado no está ni bien ni mal: la cuestión es para qué se hace. Sostenerlo solo por la ortografía quizás expone demasiado a los alumnos. Pero sí puede servir durante el proceso de alfabetización inicial, para que los chicos se apropien del trazo de la letra. En los alumnos más grandes, puede ser útil para ejercitar la toma de apuntes”, añade Brito.
Aunque no ostenta demasiado prestigio entre los pedagogos, desde las neurociencias algunas voces reivindican la utilidad del dictado. “Puede ser aburrido como tarea didáctica, pero promueve procesos cognitivos relevantes, como la atención sostenida y la memoria de trabajo (el chico tiene que retener las palabras que lee el maestro)”, argumenta Ana María Borzone, investigadora del Conicet en desarrollo lingüístico y cognitivo.
Borzone da un paso más: “El dictado está muy relacionado con la comprensión. Hace que el chico atienda a la palabra y al acento: esto favorece la identificación y comprensión de las palabras, que son los ladrillos de los textos. Hoy los chicos en secundaria tienen sordera acentual: no pueden reconocer la sílaba acentuada en una palabra. Eso dificulta la comprensión”.
Mientras algunos expertos promueven la lectura como principal método para mejorar la ortografía (a partir de la idea de que “quien lee mucho escribe bien”), Borzone rechaza esto: “La ortografía la aprende la mano, no se fija por la lectura. Los dictados son un modo de lograr esto. No se oponen a la lectura comprensiva, sino que la refuerzan”.
En las aulas el panorama es heterogéneo. Algunas docentes de Lengua, como Andrea Testa, del Liceo N° 9, reconocen el valor del dictado porque “obliga a los alumnos a escuchar atentos y a tratar de pensar y fijar el significado de muchas palabras”. De todos modos, Andrea advierte: “Sin contexto dentro de la clase, no tiene valor. Siempre es bueno prepararlo sobre textos trabajados previamente”. Para esta profesora, los problemas de ortografía –y de puntuación– tienen que ver con las dificultades de los chicos para salirse de los códigos del chat y las redes: “Para ellos es lo mismo un mensaje de texto que una evaluación o un trabajo práctico”.
Otras docentes ponen el foco en el modo de corrección: “Puede ser un instrumento eficaz si se revisa lo escrito de manera individual y grupal y se fomenta la autocorrección o la corrección entre pares”, opina Graciela Simari, directora de la Escuela N° 21 de Parque Avellaneda. Y advierte: “Lamentablemente en secundaria el dictado muchas veces busca capturar faltas en el alumno y suele ser causa de desaprobación de la materia, lo cual es muy arbitrario, porque la ortografía es solo uno de los tantos temas importantes del área de Lengua”.Jueves, 29 de octubre de 2015
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