Sab 23 de Noviembre de 2024
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Dan nombre a 100.000 niños de la calle

Arancha Martínez abandonó su carrera en banca de inversiones para generar una 'app' de reconocimiento biométrico con la que ha identificado a 100.000 niños que vivían solos en las calles de India. Es el primer paso para ayudarles más y mejor, abriendo nuevos caminos de futuro

¿Y si los mejores profesionales de nuestra generación no trabajaran por el beneficio económico de bancos y multinacionales, sino rentabilizando los recursos del tercer sector? ¿Qué pasaría si el auténtico éxito fuera invertir en solidaridad, impulsando una innovación al servicio de los demás? ¿Cómo convertir las buenas intenciones en acciones eficaces, capaces de cambiar vidas? ¿Qué necesitan las ONGs para que las donaciones sean realmente útiles? Como fundadora de la organización ItWillBe, Arancha Martínez ha abierto el camino para dar respuesta a estas preguntas y aportar soluciones a uno de los dramas más acuciantes de nuestro mundo: los niños de la calle que malviven esperando un improbable giro en sus biografías.

Según datos de Naciones Unidas, cada año, más de 40.000 menores son secuestrados, drogados, maltratados y forzados por las mafias a pedir limosna en las calles de India. De esos 40.000, 11.000 desaparecen de forma definitiva en manos de las organizaciones criminales de tráfico de personas. Resulta difícil aproximar las cifras exactas de unos de los colectivos más vulnerables del planeta, pero se estima que en la actualidad hay entre 10 y 11 millones de niños en situación de extrema pobreza viviendo en la calles de India. La cifra mundial supera los cien millones de niños. Para asimilar la magnitud de la problemática es necesario un inciso: estamos hablando de millones. Y estamos hablando de niños.

Eficacia para las buenas intenciones
Desde su experiencia en banca y ante las aplastantes cifras, Arancha se plantea una pregunta legítima: "¿Cómo puede ser que no haya que perder ni un solo céntimo en una transacción de una persona que simplemente está sacando rentabilidad a su dinero, pero no consigamos siempre la misma eficacia en transacciones con las que estamos intentando acabar con los problemas más grandes del mundo?". Las organizaciones no gubernamentales realizan un trabajo encomiable por hacer del mundo un lugar más justo, igualitario y humano; el dinero de las donaciones llega a destino y héroes anónimos consiguen a diario cambiar el rumbo de millones de vidas. Sin embargo, para ser más útiles si cabe, la clave está en la eficiencia y, como bien sabe Arancha de primera mano, “si hay algo eficiente, es un banco”.

Hasta entonces, la vida de esta joven madrileña eran trajes de oficina y conversaciones por teléfono en las que cerraba operaciones millonarias. Trabajó primero en firmas de lujo en París y gestionando luego el dinero de otros en una de las mayores compañías de banca de inversiones en Dublín, pero sabía que el mundo es otra cosa. “Eso es una burbuja en la que los que somos afortunados tenemos la suerte de vivir”, una ínfima minoría. Se propuso entonces poner su granito de arena para remediar las infinitas injusticias fuera de la burbuja. Aún no sabía cómo, pero sí que era posible, y había mucho por hacer. ¿Por qué no optimizar al máximo los recursos de las organizaciones del tercer sector, igual que hacía en el banco?

De la calderilla a la transformación
Nada más llegar a India en 2008, Arancha experimentó el peso de la realidad que reflejan las cifras. Niños de aspecto enfermo y desnutrido rodeaban su coche y tocaban la ventanilla pidiendo limosna. Eran cientos de ojos tristes capaces de partir el más duro de los corazones. Sintió el inevitable impulso de darles lo que tenía en el bolsillo, “para que coman, para que vivan”, tal y como le ocurriría a cualquier espectador ante semejante escena. Pero también tenía la absoluta certeza de que al hacerlo, entraría a formar parte de la trama que dilata la pesadilla.

Si les diera unas monedas, estaría contribuyendo a fortalecer la cadena de explotación de aquellos niños por parte de las mafias que, con toda probabilidad, les habían empujado a pedir frente a su coche. La limosna no era la solución, sino parte intrínseca del problema. Evitó el antídoto fácil que alivia la conciencia de aquellos con más suerte y, en lugar de caer en el acto egoísta de dar para sentirse mejor, decidió que cada vez que notara la necesidad de dar unas monedas, se las guardaría en otro bolsillo para canalizarlas a través de una organización que sí ayudara de forma efectiva a quien la miraba con ojos tristes. Pero, ¿cuál?.

Desde su perspectiva, era importante que su aportación llegara a buen fin, pero también que contribuyera a generar un cambio real y profundo. Tenía claro que si donaba 10 euros prefería que dos fueran destinados a establecer una gestión eficiente. De esta manera, los ocho euros restantes aumentarían su impacto y multiplicarían su valor. Pocas personas han interiorizado esta lógica aplastante y, al donar, prefieren ver su dinero materializado de inmediato en un objeto, una comida o un juguete en manos de un niño. Sin embargo, el mismo importe tiene un valor infinitamente mayor al ser invertido en innovación, en esfuerzos intangibles y proyectos a largo plazo que, a priori, son invisibles.

Innovación para construir futuro
Consciente de los ingentes retos a los que se enfrenta el tercer sector, Arancha quería ayudar, pero sabía que para hacerlo, más allá del dinero, eran imprescindibles la eficacia y la innovación. Fue ese el motivo que la llevó a fundar ItWillBe, una organización cuyo objetivo es ayudar a los que ayudan, impulsando proyectos que construyan futuro desde los cimientos. ¿Y qué es lo primero? Saber quiénes son los niños sin futuro que, sin carnet de identidad ni cartilla de vacunación, deambulan por las calles hasta que un día, con suerte, son asistidos por voluntarios de organizaciones humanitarias.

Fue así como nació Child PPa (People´s Protection App), una aplicación para proteger y rehabilitar a los “niños de la calle” mediante el acto más básico e imprescindible: su identificación. Atemorizados por las mafias y en constante huida, muchos de los menores cambian su nombre y ubicación, dificultando así la labor de quienes quieren ayudarles. La app desarrollada por ItWillBe soluciona la problemática mediante un sistema de reconocimiento con tres biometrías: la huella digital, el reconocimiento facial y, por último, la biometría palmar, que lee por infrarrojos el patrón de las venas de la mano.

Los niños pueden hacerse pequeñas heridas en las yemas de los dedos y su cara cambia con el tiempo, pero el patrón de las venas no cambia con la edad, por lo que la biometría palmar es la más fiable para identificarles. Ahora, si un niño aparece en una nueva ciudad, los trabajadores sociales pueden utilizar esta aplicación para conocer, por ejemplo, si el menor ha recibido un diagnóstico de sida y así poder seguir proporcionándole tratamiento; o si ya ha recibido vacunas, evitar los riesgos que tendría para su salud administrarle una nueva dosis. El seguimiento del trabajo psicosocial que recibe cada uno de los niños es imprescindible para optimizar recursos, evitar riesgos y, por encima de todo, seguir construyendo su futuro.

La tecnología implantada por ItWillBe y utilizada por las organizaciones de la red ChildMiss demuestran que, al donar, lo importante no es solo cuánto dinero llega, sino el impacto que genera. Gracias a Child PPa, 100.000 menores de las calles de India ya han sido registrados por trabajadores y voluntarios. De esos 100.000 niños registrados mediante la aplicación, 4.000 ya están recibiendo apoyo psicosocial en Bangalore y en Delhi. Pero de la misma manera que lo importante no es cuánto dinero llega, sino en qué se invierte, el valor tampoco se encuentra en el éxito que reflejan las cifras de niños identificados. El auténtico éxito radica en la multiplicación de este incansable impulso para que la actual realidad de los “niños de la calle” desaparezca.

Primero identificar para luego asistir. Aplicar innovación para conseguir eficacia. Poner en marcha cabeza y corazón, alineados en objetivos indispensables. Para transformar el futuro es necesario pensar en presente, y con ItWillBe, el cambio ya está en marcha.





Lunes, 11 de marzo de 2019
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