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“Somos la última generación que puede frenar el cambio climático”

Con la grave advertencia de que esta es la última generación que puede frenar el catastrófico calentamiento global, 197 gobiernos y decenas de organizaciones internacionales se reúnen desde este lunes en la ciudad polaca de Katowice en una cumbre crucial para la lucha contra el cambio climático. Dentro de dos semanas deben haber acordado normas y herramientas que sirvan para llevar a la práctica las promesas que hicieron hace tres años cuando firmaron el Acuerdo del Clima de París.

El objetivo es tomar medidas para limitar la subida de la temperatura global a finales de este siglo en 1,5 grados centígrados sobre los niveles pre-industriales pues con las políticas actuales esa subida sería de 3,2 grados y conllevaría consecuencias catastróficas.


El consenso de los científicos advierte del incremento de inundaciones, deshielo del Ártico, aumento del nivel del mar, sequías, incendios y extinción de especies. Para que el aumento se contenga en 2 grados los países deberían triplicar sus reducciones actuales de gases contaminantes.

Kristalina Georgieva, ex comisaria europea y actual directora general del Banco Mundial, dijo en una entrevista al diario ‘The Guardian’ que “somos claramente la última generación que puede cambiar la dirección del cambio climático, pero somos también la primera generación que vivirá con sus consecuencias”.

Según los datos publicados por la agencia de Naciones Unidas que monitorea el clima, los últimos cuatro años fueron los más cálidos desde que hay registros fidedignos y las emisiones contaminantes volvieron a subir tras tres años de estancamiento.

La cumbre se celebra en Polonia, un país cuyo gobierno defiende seguir quemando carbón y de los que menos ha avanzado en Europa en la implantación de fuentes de energía renovables.

La Unión Europea pretende ejercer un papel de líder después de publicar la semana pasada su estrategia para que en 2050 el bloque no use ni carbón ni gas natural ni petróleo y reduzca a cero sus emisiones de gases contaminantes.

La mayoría de países europeos apoya esa estrategia, entre ellos los grandes como Francia, Italia y España, pero falta por definirse una Alemania que para ir cerrando sus centrales nucleares ha tenido que quemar más carbón y gas natural. Esas divisiones europeas debilitan su buscado liderazgo.

Entre los desafíos está esa urgencia que advierte Naciones Unidas, pero también la falta de liderazgo político después de que el presidente estadounidense Donald Trump sacara a su país del Acuerdo del Clima y las diferencias entre países ricos y pobres. Brasil, otro país clave para frenar el calentamiento global, podría seguir los pasos de Estados Unidos tras la elección de Jair Bolsonaro.

Durante años Estados Unidos y otras grandes economías se negaron a tomar medidas resolutivas alegando que China, el primer emisor de gases contaminantes, no hacía lo mismo. El Acuerdo del Clima de París de 2015, con China ya a bordo tras un acuerdo entre su presidente Xi Jinping y el entonces inquilino de la Casa Blanca Barack Obama, rompió esa lógica. La llegada de Donald Trump la desbarató.

La retirada estadounidense, las divisiones europeas y el atraso de China en la lucha contra el cambio climático dejan al mundo sin líderes que movilicen a más países y tejan un acuerdo con medidas prácticas. Los europeos van aprobando medidas individualmente, como las fuertes subidas fiscales al diésel o, como el sorprendente anuncio español, la prohibición de vender autos de motores de combustión a partir de 2040.

La cumbre también verá el enfrentamiento entre economías ricas (más dispuestas a recortar sus emisiones) y pobres (que ven en ese recorte un freno a su crecimiento económico y alegan que los ricos son los responsables del cambio climático porque durante más de un siglo quemaron combustibles fósiles sin control). Esa división se muestra sobre todo cuando hay que acordar cómo se comparan los esfuerzos que hacen los países para reducir sus emisiones.

El dinero será la última gran división. Los países en desarrollo quieren que los ricos financien al menos una parte de sus transiciones energéticas. Sin Estados Unidos habrá menos dinero para ese fondo, que por ahora es una promesa: 100.000 millones de dólares anuales de los ricos a los pobres a partir de 2020. En 2016 se alcanzó, según Naciones Unidas, la cifra de 70.000 millones.


Lunes, 3 de diciembre de 2018
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