Quebracho Colorado, el árbol forestal argentino que era desconocido para la ciencia Por su resistente madera y su alto concentrado de tanino, fue sobreexplotado en el Siglo XX y existe un alerta de la UICN por su conservación. Investigadores del CONICET identificaron las particularidades genéticas de la especie, declarada emblema nacional en los ´50. Desde hace más de medio siglo, el quebracho colorado (Schinopsis balansae) es el árbol forestal argentino. Así lo establece el Decreto Presidencial Nº 15.190, promulgado en 1956 para destacar el valor económico y social de la especie que, por la alta calidad de su madera y su tanino -la sustancia que se emplea para convertir la piel animal en cuero-, generó un boom industrial que provocó su sobrexplotación y la llevó a un estado actual de vulnerabilidad.
Pese al reconocimiento legislativo y a su importancia ecológica, el quebracho representó durante muchas décadas un enigma para los investigadores y productores forestales, quienes se encontraban con llamativas dificultades para lograr su reproducción y cultivarlo. Esto motivó a científicos del CONICET a iniciar una serie de estudios que permitieron conocer la morfología de las flores y la embriología de la planta, que es típica de la región chaqueña y se encuentra en las provincias de Corrientes, Chaco, Formosa y en el norte de Santa Fe y Entre Ríos.
Los resultados de estos trabajos revelaron que el quebracho colorado presenta particularidades que lo hacen único. Las investigaciones, que demandaron cerca de una década de trabajo, permitieron develar cuáles son los mecanismos de esta valiosa especie y contar con la información necesaria para desarrollar proyectos de mejoramiento genético y planes de reforestación, en el marco de las estrategias de recuperación de bosques nativos, que permitan evitar su desaparición.
Ana María González, investigadora independiente del CONICET en el Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE, CONICET – UNNE), fue quien asumió el desafío e inició la línea de estudio, que se desarrolló en el Laboratorio de Anatomía Vegetal que dirige. La primera etapa fue en colaboración con el investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Agrarias de Rosario (IICAR, CONICET – UNR), José Vesprini, quien junto su grupo de trabajo había observado que una gran parte de los frutos -que se llaman sámara- no producían semillas que germinaran y permitieran la regeneración natural de los bosques de quebracho, conocidos como quebrachales.
Aunque por ese entonces existían estudios del género Schinopsis, la especie balansae era totalmente desconocida. “El conocimiento que había sobre el quebracho colorado en materia científica era que tenía gran producción de frutos pero con bajo porcentaje de germinación, pero no se sabía por qué. En 2010 obtuvimos la primera respuesta y descubrimos que tiene frutos vacíos, también llamados vanos o partenocárpicos, porque no tienen semillas en su interior. Esa es una característica que tienen muchas especies y que puede representar una ventaja para el uso comercial, como en el caso de las uvas sin semilla, pero que para la reproducción y el cultivo de este árbol generaban una complicación”, detalla la investigadora.
Los dos siguientes estudios buscaron entender el porqué de esa falta de semilla. “Identificamos que el quebracho tiene una forma muy particular de reproducirse, que no ha sido descripta en otras especies. Al igual que en el sistema reproductivo humano, para que ocurra la fecundación que lleva a la formación del embrión, las gametas masculinas deben llegar al óvulo. La flor del quebracho tienen un diseño particular y en dos de tres casos, las gametas no llegan a destino, por lo que no hay fecundación ni semilla. Este es un recorrido distinto al que normalmente ocurre en otras plantas y ha recibido un nombre nuevo: funiculogamia”, destaca González.
Genética para la conservación ambiental
El uso extendido del quebracho colorado durante varias décadas del Siglo XX, con la extracción indiscriminada de madera para durmientes de las vías de ferrocarril y tanino para curtiembres, provocó que sea declarado en estado de vulnerabilidad. Desde 1998, está incluida entre las especies amenazadas de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Lo que hacemos en el laboratorio es producir conocimiento básico de especies nativas de la región, que son únicas en Argentina y en el mundo. Nuestros resultados son utilizados por otros investigadores que hacen ciencia aplicada, destinada a mejoramiento genético, propagación o a los planes de reforestación, que son fundamentales para conservar la biodiversidad”, resalta Ana María González.
Este tipo de estudios embriológicos se repiten en el laboratorio del IBONE con distintas especies, tanto forestales como frutales. Uno de los próximos desafíos, adelanta la investigadora, tiene que ver con el aguaí (Chrysophyllum gonocarpum), un árbol nativo de Corrientes con el que se produce uno de los dulces emblemáticos de la región. También hay proyectos para estudiar algunas variedades de algarrobo, de las cuáles tampoco existen estudios completos sobre su reproducción.
Viernes, 27 de julio de 2018
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