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Invertir en imagen

Cuál es la nueva estrategia macrista. Y en qué basan su teoría de que el Presidente está "invirtiendo" imagen. El Gobierno lanzará en no más de 48 horas una fuerte campaña de comunicación política y publicitaria en radios, diarios, televisión, portales y redes sociales.

Tiene lista una primera etapa de 30 spots -algunos nacionales y otros pensados especialmente para cada provincia- en los que solo aparecen personas de a pie, beneficiadas por la construcción de un puente, una ruta o por calles en las que hasta no hace tanto se caminaba bajo el barro y faltaba agua potable. Los spots no incluyen actores ni la cara del Presidente. Los pensó el publicista Joaquín Mollá, los supervisó Jaime Durán Barba y, luego de un minucioso recorrido interno en el que fue determinante la opinión de Marcos Peña, fueron vistos por Mauricio Macri. Apuntan a demostrar que el país está en marcha y que el esfuerzo vale la pena. “Juntos lo podemos hacer”, será el espíritu del mensaje. “Está pasando”, dirá la leyenda final.

Al mal tiempo buena cara, parecen proponer los principales estrategas del Gobierno. No es el caso de Macri. El primer mandatario no cree que corran malos tiempos. Está convencido de que va por el camino correcto, e incluso desafía: parte del recorrido implica transitar por pequeñas y frecuentes crisis, como la que ocurrió durante esta semana, acaso la de mayor tensión desde el 10 de diciembre de 2015. Nunca dijo que sería fácil, se jacta. Tal vez no lo diga en público, pero para él sin sufrimiento Argentina no tiene salida.

Esa tesis ya ha penetrado en su círculo más cercano, pero exaspera a quienes no acceden a sus pensamientos íntimos. Y exaspera, sobre todo, a una porción grande de la sociedad entre la que están sus propios votantes y que viene amaneciendo con saltos en el dólar, en las tasas, en las cifras de inflación y con una pelea de fondo entre oficialistas y opositores por la suba de tarifas.

El descontento se refleja en los útimos números que llegaron a la cima del poder. El 49 por ciento de la gente ve con malos ojos la gestión macrista, contra el 48 que la aprueba. Desde luego que hay otras consultoras que registran una caída más pronunciada, pero lo que vale aquí es que nunca antes los números de Isonomía -que es la única encuestadora en la que confía la Casa Rosada- exhibieron una curva así, es decir, con más argentinos que desaprueban que los que simpatizan con lo que se está haciendo. Aun frente a ese dato, surge otro más preocupante para el Ejecutivo: el último sondeo fue procesado antes del pico de tensión de la última semana. Isonomía llegó a otorgarle a Macri, tras las elecciones legislativas de octubre, más de 65 puntos de imagen positiva.

“Mauricio está invirtiendo imagen y haciendo lo que hay que hacer”, decía días atrás un intendente importante que salía de visitarlo de su despacho de la Casa Rosada. ¿Invirtiendo o perdiendo?, le preguntó Clarín en los pasillos del Salón de los Bustos, mientras el intendente se saludaba con un funcionario de Horacio Rodríguez Larreta. “Invirtiendo. No te equivoques. Y Vidal también. No somos como Scioli que tenía buena imagen sin hacer nada. Si no hacés nada, la imagen algún día se derrumba”.

Las encuestas del macrismo registran el malhumor social, pero advierten que la oposición también sucumbe. Ocurre, entre otras cosas, porque el escenario sigue dividido entre macristas y kirchneristas. Ahí radica, tal vez, la principal fortaleza del Gobierno y por la cual en los discursos oficialistas recurren, cada tanto, a “la herencia”. El 63 por ciento de los consultados tiene una imagen negativa de Cristina Kirchner, contra el 34 que habla de ella en tono elogioso. La ex presidenta es, pese a todo, la opositora mejor posicionada.

¿En el medio no hay nada? Sí, hay una incipiente corriente de desilusionados que busca escapar del escenario bipolar. Se compone de un 20 por ciento de la población que aguarda que emerja algún líder alternativo. No lo hay.

“Por ahora”, se sincera un alto funcionario, con un gesto que denota cierta preocupación. Lo saben en los laboratorios electorales de Cambiemos, donde nunca hay descanso.

“Siempre existe el fantasma de que pueda aparecer un De Narváez, como en 2009, o alguien que se convierta en el Massa de 2013”, admiten. Como dirían los que cultivan la nueva política: la demanda ordena la oferta y no al revés.

En el macrismo aceleran antes de que el período proselitista asome. Creen que este es el momento de tomar las medidas menos populares, cueste lo que cueste. Por eso, Macri ya anticipó que vetará cualquier ley que se interponga a su política tarifaria. Cuanto más lejos de 2019, mejor. “La caída en los sondeos estaba prevista. Mauricio fue siempre consciente de que no vino a conservar capital político”, sostienen en su equipo para defender los aumentos de los servicios.

El propio Presidente lo dijo en la última reunión de Gabinete, el jueves, donde abundaron los gestos adustos: “Tenemos claro lo que estamos haciendo y hacia donde vamos. Seguiremos batallando con la historia de una Argentina que no cumple”. Habló, como lo viene haciendo, de “una batalla cultural” que su administración debe ganar para llegar con aire a las próximas presidenciales.

En las oficinas de Peña, en tándem con el equipo de Comunicación Pública que comanda Jorge Grecco, se terminaron de cocinar en los últimos días los nuevos tres ejes del relato para este etapa. Cambio, cuidado y desarrollo, se lee en el borrador. Esto se traduce, entre otras cosas, en fortalecer las instituciones, en el combate al narcotráfico y a la inseguridad y en resaltar el plan de infraestructura que, según Macri, le dará al país la posibilidad de generar empleo, expandirse y atraer inversiones de empresas extranjeras.

Esos tres ejes deben estar acompañados por una enérgica defensa de la gestión por parte de los ministros. “Hay que exaltar los logros y el optimismo y convencer al otro de que vamos bien”, es la arenga oficial.

Mientras lucha contra la inflación y los economistas macristas y antimacristas hacen pronósticos sobre qué tan lejos quedará la meta del 15 por ciento, la gestión Cambiemos sigue buscando un sello, un símbolo que identifique a su líder. Algo que lo relacione con “el hacer”, que es la imagen que a Macri le gustaría que los argentinos se hagan de él y que le permita ir ganando tiempo hasta que la la suba de precios ceda y se perciba la lenta mejora de la economía. “No ha aparecido un Metrobús, uno de esos goles que recuerdan hasta los que nunca te van a votar”, afirma un dirigente del riñón presidencial. La búsqueda continuará.


Domingo, 6 de mayo de 2018
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