Vie 22 de Noviembre de 2024
Curuzú Cuatiá - Corrientes
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Mano a Mano con Juan Antonio Gauna: Dios no me llamó por mi intelecto, o porque sea bueno o santo, me llamó por Misericordia

El encuentro fue en una de las carpas que se instalaron para la celebración de la ordenación al Diaconado Permanente de Juan Antonio Gauna, ahí pegadito a la Capilla Virgen de Itatí, en pleno Barrio Centenario. A pocas horas de la ordenación, muchas personas estaban en la mañana de hoy sábado 29 abocadas a las tareas de preparación para el evento, en la Capilla se preparaba la ornamentación y al fondo de la misma todo lo que tenía que ver con la parte social, ahí fue donde IusNoticias lo encontró, justamente trabajando en los preparativos, hacía pocas horas que había llegado de viaje.

El hombre que supo ser albañil, pintor, sereno, conserje, y carpintero estaba ahí preparándose para uno de los días más importante de su vida. Tranquilo y de un hablar pausado, no dudó en brindar una entrevista que duró casi 40 minutos en donde habló de todo, su vida, su encuentro con Dios, los jóvenes, los sacerdotes, su preparación como Diácono y muchas cosas más en un mano a mano imperdible.

¿Quién es Juan Antonio Gauna?

Juan Antonio Gauna nació en una humilde vivienda del Barrio Santa Rosa de Curuzú Cuatiá un 25 de abril de 1977, está casado desde hace diez años con Patricia Larrea, de profesión docente, sin hijos. Su padre falleció cuando él tenía 14 años, una tragedia que lo marcó para toda su vida, su madre, ama de casa tuvo que luchar para sacar adelante a la familia numerosa que tenía. Él es el sexto hermano de 15, donde diez son mujeres y cinco varones, él es el mayor de los varones y el “único hermano varón que no juega al fútbol”, dice sonriendo.

¿Qué recordás de tu niñez?

De mi niñez recuerdo algo que me apasionaba hacer, que era ir a un montecito que estaba cerca del Barrio Santa Rosa y traer de ahí leña, me apasionaba ir a buscar leña para traer a casa para que mamá cocinara, eso recuerdo de mi niñez, era un montecito que quedaba pasando un puentecito y nos íbamos con mis hermanos a buscar leña.

Ese era nuestro trabajito, en casa teníamos un cuadradito que todos los días teníamos que llenarlo de leña y a mí me gustaba, tenía yo unos 8 o nueve años en esa época, mi papá era albañil, mi mamá era ama de casa y si bien éramos humildes nunca nos faltó nada gracias a Dios. Mi niñez era muy sana, yo tenía mis amigos del barrio que aún ahora los conservo, y después cuando falleció mi padre yo tenía 14 años y ahí se me vino todo abajo.

¿Qué te pasó a los 14?

Para mí la muerte de mi papá fue algo que me marcó en toda mi vida. Tuve las típicas recaídas de los adolescentes, era tranquilo pero tuve mis recaídas y en esas comenzó mi búsqueda. En esos lapsos de confusión que tenía, recuerdo que estaba en Libres en aquel momento y que lo único que me tranquilizaba era salir a caminar.

Me conozco todo Libres, de punta a punta, hasta que en un momento me encuentro con la Parroquia Santa Rosa de Libres, la parroquia tenía el mismo nombre que mi barrio y me preparé ahí, de grande ya para la comunión, tenía 18 años. Ese fue mi primer acercamiento con Cristo, esa fue una de las primeras luces que recibí de él. Ahí encontré algo, ahí empezó algo para mí.

¿Ahí sentiste el llamado al servicio de la Iglesia?

Ahí comenzó algo, porque Dios me iba dejando pequeñas cositas, pequeñas señales, pero creo que realmente el llamado al servicio de la Iglesia pasó en el 2000 aquí en Curuzú. Nosotros volvimos de Libres en el 98 y en ese tiempo de mi juventud en el jubileo del 2000 me encuentro un día en una misa del Padre Lagos en el Templo San Juan Bosco, un hombre santo.

En ese tiempo andaba deprimido otra vez, no podía superar la pérdida de mi padre, me costó mucho superar eso y hoy me doy cuenta que Dios me libró de muchos peligros. En una misa del Padre Lago, estaba yo agobiado por la depresión que sentía, con la cabeza inclinada y aún lo recuerdo y me tiembla la voz, se me pone la piel de gallina al recordarlo.

En un momento siento la presencia de la palma de una mano en mi frente, y de a poquito me va levantando, sin tocarme, y cuando levanto mi vista, el Padre Lagos estaba levantando la hostia consagrada y ahí fue el punto de partida, tengo varias historias parecidas a ésta en las que sentí la presencia de Dios.

¿Y cuando saliste de la misa, qué sentiste, que pensaste, que hiciste?

Cuando salí de la misa, sentí mucha paz, un sentimiento indescriptible. Dije: Acá hay algo, algo pasa, algo tengo que hacer con esto. Entonces me ofrecí en el Oratorio Domingo Savio de los Salesianos para trabajar con ellos. Todos los fines de semana iba al Oratorio y acompañaba a los chicos, jugábamos, dábamos catequesis, copa de leche, todas esas cosas. Dios me fue llevando de a poquito, casi sin darme cuenta.

Le comenté al Padre Lagos mi inquietud, él me llevó a conocer otros lugares, yo buscaba mi vocación. Estuve haciendo experiencias espirituales en Paraná (Entre Ríos), en la provincia del Chaco, hacíamos retiros donde uno se enfocaba en analizar en qué era lo que Dios quería de mí. Pero trabajaba en el Templo San Juan Bosco.

En un momento estaba yo cambiando una lamparita en el Templo San Juan Bosco y me encuentra ahí el Padre Francisco Bousson que todos los jueves iba a almorzar con los Salesianos como era costumbre, y me pregunta: ¿Usted dónde vive?, le respondo, en el Santa Rosa, Padre y entonces me dice, pero eso es jurisdicción de la Parroquia del Pilar. Y ahí quedó. La cuestión es que después me encuentro, tomando la confirmación en la capilla de mi Barrio Santa Rosa, en el Salón Comunitario.

Dios siempre pone a alguien, o siempre te da un mensaje, él te va acercando de mil maneras, va dejando huellas. Y ahí tomé la confirmación y el Padre Francisco me invitó para un grupo misionero que hacía misión en los veranos, dos semanas en los Parajes, y yo ni sabía que era eso pero del primer momento en que me fui, recuerdo bien… Fue en el Paraje Pairirí, allá en el 2000, y ahí me sentí bien, acá está, esto es lo que me gusta hacer, dije.
Luego buscando mi vocación el Padre Francisco me llevó a la Abadía del Niño Díos en Victoria (Entre Ríos) era por tres días y al final me quedé una semana y mi madre iba y peleaba con Francisco buscando a su hijo y después vine.

¿Qué hacían en la Abadía?

Es un hermoso lugar, donde hay mucha espiritualidad, es un lugar único. Uno se levanta a las cuatro de la mañana haces siete salmos, a las siete, haces cinco salmos más con oficios de lecturas, después antes del almuerzo, a la tarde y a la noche. Te pasas haciendo Salmos todo el día lo que te lleva a centrarte. Eso me niveló, me ayudó mucho, me hizo una buena base hasta que en el 2003 el Padre me propuso hacer el Diaconado Permanente.

Después en el 2008, con el padre Norberto ingresé a la Escuela del Ministerio en San Liborio (Solari), que es un centro de formación, de retiros espirituales, de mucha teología, mucho estudio, liturgia, historia de la Iglesia.

¿Pero finalmente, qué es el Diacono Permanente?

El Diacono es un ministro de la Iglesia, tenemos Papa, Obispos, Sacerdotes y después vienen los Diáconos, que se dedican al servicio del altar y a las diversas funciones sacramentales, podríamos decir que es un auxiliar del sacerdote. Los diáconos podemos administrar el sacramento del matrimonio, de los difuntos, las exequias, los diáconos podemos hacer eso.

¿Y por qué permanente?

Permanente quiere decir que quedamos en ese orden. El sacerdote antes de serlo es Diácono también y sigue, nosotros quedamos en ese grado. En Curuzú seré el tercer Diácono Permanente, en la Diócesis de Goya conmigo son 22. Los otros dos diáconos permanentes de Curuzú son Miguel Toledo y Nacho Reggi de la Parroquia San Cayetano.

Cambiando de tema. En tu experiencia. ¿Cómo ves a los jóvenes, que les dirías?

Yo tengo, como misionero, un grupo estable de trabajo, de misión con ellos, estoy muy orgulloso de éste grupo. Nosotros no vamos a enseñar, sino a compartir nuestra fe. Y para compartir nuestra fe y comunicarla tenemos que vaciarnos de nosotros, llenarnos de fe y compartir con los demás.

Para nosotros es como un retiro, una enseñanza y después sana al hermano. En esas misiones estamos todo el día en oración, eso lo copiamos de los Monjes Benedictinos (risas) y en esas dos semanas, los jóvenes encuentran el por qué de su vida y el para qué, que son preguntas que el joven se hace siempre.

Después de eso se comparten las experiencias y todos los jóvenes encuentran algo. Se intercambian las experiencias, y se comparte. Yo recuerdo mi juventud, la curiosidad que sentía, las preguntas que me hacía, lo que me pasó con mi padre. Y los escucho mucho, los atiendo, porque a los jóvenes les falta que los escuchen.

Más allá de plata, de sermones y de órdenes, los adultos, lo mejor que pueden hacerle a los jóvenes es escucharlos, preguntarles que quieren hacer, que sienten, que les pasa y ellos hablan. Muchos están confundidos, no tienen rumbo, y por ahí van con un sacerdote y no tienen tiempo, por eso lo mejor como padres o adultos para ayudarles a ellos, es hacer una oración todas las mañanas, pedir una bendición, sencilla, sin muchas palabras, como salga de adentro. A la mañana, al mediodía y a la noche, pedir a Dios bendición. Y eso, te aseguro ayuda, y ayuda mucho.
Los jóvenes están muy aturdidos de pensamientos, hay jóvenes depresivos, que no están bien, en su interior no tienen paz, y si uno no está bien en su interior, no puede obrar bien y si no obra bien, no puede ir en buen camino.

¿Qué le dirías a un joven que está mal?

Que se levante a la mañana y que pida a Dios una bendición. “Bendíceme Padre Santo, bendíceme Jesús, acompáñame María, bendice mis pensamientos, en todo lo que tengo que hacer éste día, en mis estudios, en mis cosas”, así nomás, sencillo, despacito, todos los días. Y eso suma, acomoda las cosas y en un momento de su vida algo muy bueno va a pasarle, sí o sí, eso es Ley y ahí él podrá optar. Creo firmemente en que pedir la bendición de Dios trae cosas grandes.

¿Qué pensas de los sacerdotes de Curuzú y en el trabajo que hacen?

Recordando mi adolescencia, veo que hoy como que no tienen mucho tiempo, están con muchas responsabilidades y muchas tareas y por ahí alguien busca y no los encuentra.

Finalmente, tu preparación para éste Diaconado. ¿Cómo fue?

Bueno mi preparación fue en San Liborio, los fines de semana, teníamos un cronograma que cubría todo el fin de semana. Venían profesores de Buenos Aires, profesionales, sociólogos, así tuvimos seis años. Son seis años de formación y dos años de espera. En el 2008 empecé a estudiar y ahora estoy transitando el momento de espera.

¿Cuándo fue que se definió tu ordenación?

Bueno, fue una sorpresa para mí. Fue hace unas dos semanas cuando vino el Obispo Ricardo Faifer para los 200 años de Don Bosco. Nos llamó y con Norberto D´amelio estuvimos los tres revisando la agenda, primero iba a hacer en septiembre y después vuelve atrás, encuentra un viernes pero resulta que ese día tenía confirmaciones y por qué no un sábado, dijo. Con Norberto nos miramos y dijimos, cualquier fecha es buena, y quedó el sábado 29. Me quedé mudo, una vez que anotó, salí afuera y contento les conté lo que pasó y se corrió la voz y bueno, estoy feliz.

¿Y cómo sigue tu vida ahora?

Cómo sigue. No sé (risas). Pero hoy por hoy todavía sigo acomodando las cosas, con mi trabajo, con mi familia y tengo que dejar tiempo para éste nuevo servicio. Con la ayuda de Dios vamos a poder cumplir, porque Él no me llamó por mi capacidad intelectual, o porque soy bueno o porque soy santo. Él me llamó por misericordia y yo haré todo lo posible para cumplir fielmente con éste servicio.





Sábado, 29 de agosto de 2015
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