Superclásico: Boca se impuso 4 a 2 en un partido inolvidable Boca se impuso 4 a 2 en un partido inolvidable en el Monumental, donde el Apache, en el mejor partido desde su regreso, convirtió dos goles y dio una asistencia. Bou y Centurión señalaron las conquistas restantes. Driussi y Alario convirtieron para River, que lo había dado vuelta, pero se desinfló en el segundo tiempo.
Boca se acomodó mejor al partido y sus circunstancias desde el inicio. Bien parado y con una conducción magistral de Tevez, la visita impuso condiciones en el primer tramo del Superclásico. Porque River tenía la pelota, pero no lograba darle un destino provechoso. Y Boca, con menos tiempo de posesión, jugaba el partido que le convenía y metía miedo en cada contragolpe.
El equipo de Guillermo Barros Schelotto ya había dado un aviso -un mano a mano que Augusto Batalla le tapó a Cristian Pavón, quien corrió mal hacia la zona de impacto y fue restándose solo posibilidades para la definición- cuando llegó el primer gol. Tevez recibió la pelota, levantó la cabeza, hizo una pausa y dejó que las piezas se movieran, hasta que aceleró y le metió un pase genial a Bou, quien capitalizó un mal movimiento de la defensa rival y superó a Batalla con un remate mordido.
La tónica no varió en los minutos siguientes. Boca estuvo a tiro del segundo en un par de situaciones mal resueltas. Y de repente River, que estaba para el cachetazo, revivió en cinco minutos de efectividad total: primero Sebastián Driussi, con una volea tras un mal despeje de Gino Peruzzi, y enseguida Alario, con un cabezazo bárbaro tras un centro frontal de Jorge Moreira, alcanzaron un 2 a 1 impensado. Andrés DAlessandro fue clave en la levantada local.
EL JUEGO DEL ERROR
En el partido anímico, River estaba en gracia ante un Boca que parecía desahuciado: la visita se había puesto en ventaja y había generado varias situaciones para ampliar la ventaja, pero en un pestañeo pasó a estar abajo en el tanteador.
En ese contexto, ambos exhibieron las mismas virtudes y los mismos defectos. Los dos números 10 marcaban la diferencia, y ambos tenían intérpretes defensivos con una actuación muy deficitaria. Especialmente el ecuatoriano Arturo Mina en River, y Gino Peruzzi en Boca. A esa altura, algo ya estaba claro: era un partido de individualidades, para bien y para mal. Cada acierto y cada error en zonas calientes eran trascendentales.Domingo, 11 de diciembre de 2016
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