Boca: perdidos en la noche Boca, en definitiva, llegó hasta donde podía llegar. Lo terminaron quebrando sus propias limitaciones, que nunca fueron pocas. Quizás ya lo anunciaba Guillermo cuando sostenía que no estaban obligados a ganar la Copa Libertadores. Independiente del Valle, con cierta frescura ofensiva, desnudó la mediocridad de Boca.
La caída de Boca fue estruendosa. Pero quedarse solo con el colapso en La Bombonera frente al modesto y austero Independiente del Valle sería algo así como observar el panorama desde una mirilla.
Boca no hace poco tiempo que está agarrado con alfileres. Incluso cuando el año pasado con el Vasco Arruabarrena como técnico conquistó el campeonato de 30 equipos y la Copa Argentina ante Rosario Central con aquel escandaloso arbitraje de Diego Ceballos y su colaborador Marcelo Aumente.
Ese Boca ganador en el plano de los números jugaba en un nivel decididamente mediocre. Cuando en el arranque de 2016 dejó de ganar y comenzó a perder tupido, arribaron Guillermo y Gustavo Barros Schelotto para reemplazar a Arruabarrena.
El 27 de marzo, en rueda de prensa, Guillermo dijo: "Hay que ser sinceros. No podemos prometer la Copa Libertadores. Si dar pelea". El pasado lunes, Guillermo volvió a decir: "No estamos obligados a ganar la Copa".
No fueron inocentes las palabras de Guillermo. Revelaban algo. Transmitían una lectura de las circunstancias y de las posibilidades reales. ¿Y también abría el paraguas? No se sabe. Lo sabrán los Barros Schelotto.
Lo que se vio a la hora de plasmar en la cancha los deseos, es que a Boca le terminó quedando grande la aspiración de ganar la séptima Copa Libertadores e igualar las siete conquistas que sumó Independiente.
El equipo ecuatoriano lejos está de tener una estructura importante. De ser un equipo sólido y potente. Por el contrario: es muy frágil en el fondo, comete numerosos errores, defiende muy atrás, pero con la pelota tiene recursos individuales y cierta frescura ofensiva para poder desequilibrar.
Boca lo padeció de manera brutal. Y lo padeció en esa dimensión porque fue un manojo de voluntades dispersas, como acostumbraban a sentenciar los comentaristas radiales de antaño. Este Boca errático, desprolijo y nervioso aún cuando se puso en ventaja por intermedio del pibe Cristian Pavón en el arranque del partido, nunca encontró una dosis de paz y armonía indispensable. Nunca.
Y se partió. Se quebró. Se atomizó. No se juntó nunca. Igual que en el encuentro de ida, cuando también se había puesto 1-0 arriba con aquel gol de Pablo Pérez. Como si no supiera que hacer. Si tener la pelota o si regalarla para salir de contraataque. No hizo ni una cosa ni la otra. La realidad es que mostró un perfil de impotencia mayúsculo. Y se inmoló en el desorden colectivo que fue gobernando todos sus movimientos. Desorden siempre creciente.
Con poco, con muy poco, Independiente del Valle se colocó a los 6 minutos del segundo tiempo 3-1 aprovechando al máximo errores groseros del fondo local, que esta vez también contaron con el blooper del tercer gol propiciado por Agustín Orión. Quizás ese error no forzado del arquero simbolizó el estado de desesperación y desconcierto que había colonizado a Boca hasta la frontera de liquidar el partido y la clasificación a la final.
El descuento de Pavón con un derechazo violento al segundo palo (juega bien en serio, va a los papeles, tiene decisión para desbordar o meter la diagonal y además llega al gol) apenas alcanzó para modificar la chapa final.
Boca llegó hasta donde podía llegar. No tenía más hilo en el carretel. No tenía más juego. Y tampoco tenía esa reserva de fútbol que casi siempre expresa Carlos Tevez. Pero ni Tevez se asomó por La Bombonera con algún arranque que suele dejar un tendal. No hubo nada extra en la trastienda de la lluvia interminable. Ni el sueño lejano de una hazaña imposible.
Y más de uno en el triste viaje de regreso habrá recordado aquellas palabras que había pronunciado Guillermo el 27 de marzo y el último lunes: "No estamos obligados a ganar la Copa". Quizás Boca estaba obligado a dejar una mejor imagen. Eso seguro. Pero la verdad es que no la dejó. Quedó abandonado a su suerte. Al rigor de protagonizar una aventura. Y en la aventura perdió sin atenuantes. Y sin explicaciones. Perdido en la noche.Sábado, 16 de julio de 2016
|