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Benedicto XVI bendice la revolución Francisco

Un Papa emérito que, en el interior de los muros vaticanos, reza, estudia lee y toca el piano y otro llegado «del fin del mundo» que lleva adelante una de las reformas más ambiciosas de la historia de la Iglesia. Benedicto XVI y Francisco, dos papas en el Estado más pequeño del mundo que se apoyan y ayudan mutuamente. Y por si quedaba alguna duda, ayer ellos mismos lo pusieron de nuevo de manifiesto en la conmemoración del 65º aniversario sacerdotal del Papa emérito.

Francisco presidió el evento sentado y a pocos metros de él Benedicto XVI, también sentado, escuchó los elogios que algunos destacados miembros de la curia le dirigieron. El momento más emotivo fue cuando el alemán se puso en pie y comenzó a hablar sin papeles, improvisando con cuidado cada una de sus palabras, con fragilidad. «¡Gracias sobre todo a usted, Santo Padre! Su bondad, desde el primer día de la elección, en cada momento de mi vida, aquí, me emociona, me llena de verdad, interiormente», dijo mirando fijamente a Francisco.

Pero sus buenas palabras hacia el actual Pontífice fueron más lejos, hasta el punto de mostrarle su apoyo por el camino emprendido como nuevo líder de la Iglesia. «Más que en los Jardines Vaticanos con su belleza, su bondad es el lugar en el que habito: me siento protegido», dijo el Papa emérito. «Gracias también por la palabra de agradecimiento, por todo. Esperamos que usted pueda ir adelante con todos nosotros en este camino de la misericordia divina mostrando el camino de Jesús, hacia Jesús, hacia Dios», afirmó a renglón seguido.

Y es que la buena sintonía entre ambos es patente cada vez que se muestran en público o cuando el Pontífice actual, al ser preguntado, habla de él. De hecho, Francisco también se deshizo en elogios hacia su predecesor.

El Papa argentino se mostró convencido de que toda la vida de Benedicto XVI está marcada por el amor que ha tenido como Pastor hacia la Iglesia y, en concreto, en su vida sacerdotal. Por eso, resaltó que este amor «domina toda la vida dedicada al servicio sacerdotal y de la verdadera teología que usted, no por casualidad, ha definido como la búsqueda del amado; es esto lo que usted ha testimoniado y testimonia siempre y todavía hoy».

En resumen, «que lo decisivo de nuestros días –de sol o de lluvia–, con lo que viene todo el resto, es que el Señor esté verdaderamente presente, que lo deseemos, que interiormente seamos cercanos a Él, que lo amemos, que de verdad creamos profundamente en él y creyendo lo amemos verdaderamente».

«Es este amar –prosiguió Francisco– el que verdaderamente nos llena el corazón, este creer es lo que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre las aguas, también en medio de la tempestad, como le sucedió a Pedro». También «el que nos permite mirar al futuro no con miedo o nostalgia, sino con alegría».

Dirigiéndose en concreto al Papa emérito, Francisco dijo: «Usted, Santidad, continúa sirviendo a la Iglesia, no deja de contribuir verdaderamente con vigor y sabiduría a su crecimiento; y lo hace desde ese pequeño Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano, que no es como uno de esos rincones olvidados en los que la cultura del descarte de hoy tiende a relegar a las personas cuando, con la edad, sus fuerzas disminuyen». «Es todo lo contrario –apuntó– y esto permita que lo diga con fuerza su sucesor que ha elegido llamarse Francisco».

Comparó a Ratzinger con san Francisco, puesto que el patrón de Italia y de los pobres se retiró durante un tiempo a orar. Así, explicó que «el camino espiritual de San Francisco se inició en San Damián», pero «el verdadero lugar amado, el corazón latente de la Orden, allí donde la fundó y donde dedicó su vida a Dios, fue en la Porciúncula, la ‘‘pequeña porción’’, el pequeño rincón ante la Madre de la Iglesia, ante María, a la que, por su fe así fuerte y por su vivir del amor y en el amor con el Señor, todas las generaciones la llamarán beata».

De igual manera, «la providencia ha querido que Usted, querido hermano, llegase a un lugar por así decir propiamente ‘‘franciscano’’, del que emana una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad que me hacen mucho bien y me dan fuerza, y a toda la Iglesia», aseguró Francisco.

Otro de los que habló fue el Cardenal alemán Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y responsable de una nueva colección de libros que recoge textos de homilías de Benedicto XVI sobre el sacerdocio. El purpurado se refirió a la importancia de que Benedicto fuese ordenado el mismo día que la festividad de San Pedro y San Pablo: «Esta fiesta de los dos apóstoles ya prefiguraba, por así decir, las líneas de su misión: anunciar la Palabra de Dios y confirmar a los hermanos en la fe».

Por su parte, el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio de Cardenales, afirmó que algunas homilías del Papa alemán «parecen un anticipo del Magisterio del Papa Francisco, que siempre nos invita a ir al encuentro de los que más sufren».

Hace pocos días, en el vuelo de regreso a Roma desde Armenia, Francisco también respondió sobre Benedicto XVI al ser preguntado. «Él es quien me custodia las espaldas con su oración», declaró.

«Yo he ido a verlo muchas veces o le he llamado al teléfono. El otro día me escribió una carta con aquella firma suya, dándome algunas felicitaciones por este viaje, y una vez no, sino varias veces, he dicho que es una gracia tener en casa al abuelo sabio», explicó a los periodistas. «También se lo he dicho en su cara y él se ríe, pero él es para mí el Papa emérito es el abuelo sabio». (La Razón de España)


Martes, 28 de junio de 2016
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