Murió Don Diego, el verdadero creador de Maradona A los 87 años, el padre del mejor futbolista de la historia falleció en el Sanatario Los Arcos, donde estaba internado por problemas pulmonares. Pelusa siempre mostró respeto y admiración por él, pese a que por momentos la vida y los vaivenes propios del astro los distanció. Su muerte no está asociada a nada menos que a su hijo. A uno de ellos, Diego Armando Maradona, el que llegó tan alto como el cielo que adivinaba lejos cada mañana en Fiorito cuando miraba, buscando el sol para ver con qué salía a parar la olla: camiseta, pullover, doble par de medias o livianito. Don Diego les dio el apellido a ocho hijos, pero fue Don Diego por la trascendencia del quinto, el primero de los varones. El que llevó su nombre le cambió la vida. Puede decirse que Diego les cambió la vida a muchos argentinos, pero a él le cambió el destino. El correntino que conoció a Dalma Franco, Doña Tota, se instaló en el bajo fondo del conurbano donde el límite entre Lomas de Zamora y Lanús no es necesariamente importante. Tuvo a Ana María, Rita -conocida como Kitti-, y Elsa –le dicen Lili-, María Rosa (Mary), luego vino a Diego, Raúl (Lalo), Hugo y Claudia (Cali).
Con el tiempo, le dedicaba poco de su tiempo libre a una canchita del barrio y dirigía el equipo Estrella Roja. Era una manera de compartir espacio con sus hijos: de lunes a sábado dejaba la casa muy temprano y volvía muy tarde, de jornadas laborales de esas que no contemplan la hora del almuerzo ni horas extras: todas valen lo mismo, con horario de entrada y ninguno claro de salida. Llegó el tiempo de Dieguito con los Cebollitas en las infantiles de Argentinos y el Rastrojero lleno de pibes en la caja para ir a los entrenamientos.
Pese a la denostada negativa del hijo que hizo de su apellido el equivalente a un gentilicio, Don Diego quiso conocer a su nieto varón. Mientras Diego negaba su paternidad, o la aceptaba pero se negaba a ejercer el rol y Cristiana Sinagra criaba en Nápoles a su hijo, producto de un affaire con el mejor jugador del Nápoli, Don Diego asumió su rol de abuelo. Lo conoció y le dio el cariño que ningún Maradona le había dado. Algo similar sucedió con Diego Fernando, hijo de Verónica Ojeda. Mientras el histórico capitán de la Selección especulaba con darle o no su apellido, el abuelo de la criatura lo tenía en brazos.
Acaso esas cuestiones alguna vez lo distanciaron de su hijo, pero nunca tanto como para perder la relación. El respeto de Diego por sus padres nunca fue perdido; ni los millones de liras italianas, dólares y hasta euros ganados desdibujaron los roles. Diego le debe todo a sus padres, así lo dijo muchas veces. Doña Tota falleció con Diego en tierras muy lejanas y esta vez el campeón del mundo en 1986 no quiso recibir la noticia, sino estar hasta el último momento con su padre. Y así fue, otra vez como cincuentitantos años atrás, estaban los dos solos. No importaba lo material: la esencia estaba en las caricias.
Los restos de Don Diego serán velados en la tarde noche de hoy, en Velatorio Tres Arroyos, Tres Arroyos 1510, en el barro de La Paternal.Jueves, 25 de junio de 2015
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